Al Cañón del Colca nos fuimos de andanzas. Con una profundidad de tres mil seiscientos msnm. (impresiona bastante). Tiene varios atractivos, el primer punto de ellos es el mirador del cóndor donde miles de turistas paran para verlos en vuelo. Nosotros llegamos y los cóndores se marchaban, habían cumplido su horario laboral. La multitud de "güiris" se fueron marchando y nosotros nos quedamos esperando. Y como la paciencia es una virtud, nos regalaron en exclusiva varios vuelos rasantes.
Desde allí bajamos al cañón, a los pueblos que habitan en su interior. Son poblaciones a las que solo se puede acceder a pie o en mula. No existen carreteas para coches. Nos contaban que nadie había visitado nunca un hospital. (si lo necesitan, no llegan). Y nunca habian tomado medicinas. Son lugares que viven en total tranquilidad y con muy buena alimentación, fuera del bullicio de las ciudades y del estres.
Los lugares son impresionandes, pero hay que caminar bastante para llegar a todos los sitios. Y poder disfrutar de un desayuno en buena compañía junto a la impresionante cascada de Uaruru (como si fuera uno de los fondos enrollados de Robaina)
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